¿Qué debe hacer una persona para ser
recordada?
¿Qué es necesario haga un individuo para
trascender en el tiempo?
El recuerdo se cincela con emociones, de lo contrario
sólo puede tener nubes pasajeras, pasajes mentales que se evaporan. En el caso de Dante Gómez hay un bagaje de
relaciones que hacen que uno recuerde su trabajo, su presencia y su
contribución a las bibliotecas de la Universidad Veracruzana. Uno definitivamente recuerda a las personas
por muchos factores, los cuales puede ser por el físico que tienen o tuvieron,
por el lugar donde estuvieron, por el tipo de relación que uno tuvo con ellos,
pero sobre todo por lo que hicieron, por esas cosas realizadas que trascienden en
el tiempo.
En el caso de Dante, lo conocí cuando tenía la mitad de
la vida que ahora tiene. Mi primer
contacto con él fue una mañana del tres de septiembre de 1973, es decir hace 33
años en la Escuela Nacional de Biblioteconomía y Archivonomía (ENBA). La ENBA rentaba un edificio de seis pisos
aproximadamente, por Viaducto Miguel Alemán, en la ciudad de México, donde se
impartía el curso intensivo de entrenamiento técnico para bibliotecarios, que
organizaba el recién formado, Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología, en
dicha escuela. Dicho curso era el primer
programa de capacitación para personal de bibliotecas académicas en la historia
de México, al cual habían convocado a dos representantes por estado del país,
integrando dos grupos.
Esa mañana que lo conocí, tenía cuatro días de haber llegado
por primera vez a la ciudad de México, una ciudad idealizada por mí, que nunca
antes había visitado. Era la capital de
un país que ahora suena lejano, tenía 50 millones de habitantes toda la nación
y su capital tendría también la mitad de población que ahora tiene. Luis Echeverría era el presidente en
turno.
Ese día llegue con dificultades a la dirección de la ENBA,
con una hora de retraso a la primera clase, porque el número 122 se repetía
tres veces en la misma calzada del Viaducto.
Mi nula experiencia citadina y mi pasado campirano, no me ayudaron en mi
lógica de encontrar la Escuela Nacional, que para mi sonaba a la gran escuela
del país para bibliotecarios. En el aula
había cerca casi 30 alumnos, entre los cuales estaba Dante, en la segunda fila
de enfrente cargado al norte del aula.
Ese lugar sería el mismo donde se sentaría durante el curso. La clase era conducida por Fanny Wilson, una
rubia chilena de figura perfecta, la cual se distinguió por ser una maestra
positiva y maternal en todo el programa, que duró seis meses, para mí y doce
para Dante. El programa era un “Curso Intensivo
de Entrenamiento Técnico para Bibliotecarios”, un programa que integraba seis
materias, bastante pesado, pero de calidad, y con una exigencia de aprendizaje
como si fuera de maestría.
Cuando lo conocí, Dante era una de las tres personas más
doctas dentro del grupo “B”, donde coincidimos en el CIETEB. Los sabios era él, una colega de Mérida,
Rocío Castro y mi buena amiga también conocida de ustedes, Griselda Gómez, otra
veracruzana que trabajó en las bibliotecas
UV por muchos, casi los mismos años que Dante. Ellos tres eran las personas que sabían todo, porque tenían experiencia
en al área de bibliotecas, eran ya jefes de bibliotecas y con una amplia cultura
general, mucho mayor al promedio de los que estábamos en esos grupos, donde
algunos teníamos más juventud, pero poca cultura literaria, y menos
conocimientos de bibliotecas. Dante era
una persona madura para nosotros, o cuando menos yo así lo sentía. La diferencia de cronológica era de unos diez
años, pero para nosotros era mucha por estar apenas en la segunda década de
vida. Dante, en su caso, nos parecía de mayor
edad por su seriedad y lo poco sociable que era, no aceptaba ir con nosotros a
las fiestas, ni se unía a nuestros alborotos para celebrar cualquier cosa, como
el de que nos hubiera llegado a tiempo la beca CONACYT.
La seriedad de Dante, por otro lado, no era
completa. En clase él era uno de los que
dominaba la palestra. Sus participaciones
eran acertadas y coadyuvaban al desarrollo de la clase, continuamente compartía
experiencias, abundaba con detalles, y desarrollaba en extenso lo que decían
nuestros profesores en dicho programa, si se le preguntaba, especialmente en
catalogación y clasificación. Los
maestros, en consecuencia, lo miraban con respeto, porque podía ser el profesor
adjunto de ellos.
Una anécdota, en ese septiembre que conocí a Dante en el
CIETEB, se había dado el golpe de estado en Chile, un 11 de septiembre. Unos días más tarde, el 23 de septiembre,
muere Neruda, el premio Nóbel de la Literatura chilena. El nombre del poeta salió en la prensa y la
televisión de todo México. Cuando se
discutió en clase de catalogación su obra, casi nadie supo bien quien era, sólo
Dante, y mis otros dos colegas doctos, supieron quien era ese noble hombre de
las letras latinoamericanas.
Después de ese encuentro inicial con Dante, lo volví a
mirar unos años después en la biblioteca del Centro de Estudios Económicos y
Sociales del Tercer Mundo, el llamado centro del entonces ya ex presidente
Echeverría. El lugar era de arquitectura
mexicana de abundantes colores rosa fussia y equipales. Un tiempo más tarde, lo volví a visitar en
Xalapa en 1997 en la antigua biblioteca central de la UV. En esa ocasión estuve visitando la
Universidad Veracruzana, para dar asesoría en la construcción de USBI
Xalapa. En la primera visita de
consultoría, hice un recorrido de lo que era la biblioteca central de aquella
época y que ahora es el renovado edificio de la librería del Servicio
Bibliográfico Universitario y las oficinas de la Dirección General de
Administración Escolar. Dante, junto con
Griselda mantenían impecable y ordenada esa biblioteca. Ciertamente la
biblioteca requería de nuevo mobiliario y demandaba de inversiones, sin
embargo, a pesar de todo, destacaba el orden y la limpieza, unas
características envidiables para muchas bibliotecas del país.
Tuve admiración por
Dante, por esa dedicación al servicio, por ese don del detalle bibliográfico y
su entrega a todo lo que tuviera forma de libro. Me admiró su sencillez y modestia en todo lo
que hacia. Dante nunca fue una persona
de luces o flechazos en las pasarelas de los congresos mexicanos de biblioteconomía. Él, hasta donde ahora recuerdo, nunca me lo
encontré en un evento, quizá la
excepción fueron las Jornadas realizadas en Veracruz. Siempre tuve la idea de que no le gustaba viajar.
Las veces que lo miré fue porque nos
vimos en la Ciudad de México, o bien aquí en Veracruz.
.
Dante siempre ha sido una persona sobria el vestir, su
valor nunca se dimensionó por la cobertura de los ropajes, si no en la
magnificencia de su lectura literaria, del servicio a los usuarios y de la
entrega a las bibliotecas. Muchas de las
colegas mujeres que integraban la dirección, siempre recuerdan los detalles de
esas tarjetas escritas a mano felicitándolas por el díez de mayo o por la
Navidad. En le plano personal, recuerdo
que en ese 1973, vine a Xalapa, invitado por Dante y por Griselda.
Era una visita realizada con presupuesto estudiantil escaso, pero que no
fue necesario gastar ninguna moneda porque todo, lo pagaron ambos
anfitriones. En esa ocasión visite la
casa de Dante, en un lugar ubicado en alguna colina de Xalapa, de donde se
miraban desde su patio las luces de la ciudad.
Conocí a sus hijos, eran niños pre-púberes, quizá de alrededor diez años,
estaban, me imagino, en la época de final de la educación primaria. La visita a Xalapa, tuvo las características
del invierno de este lugar, había norte, caía una llovizna fina sin cesar, sin
embargo esto no me impidió recorrer Xalapa,
ver la bruma cubriendo las colinas y convivir con nuestros anfritriones.
A Dante también lo recuerdo como una persona reservada
con mucha dignidad en lo que hacia y siempre haciendo sugerencias para tareas
que uno pudiera desarrollar, en una de las ultimas reuniones recientes en su
oficina, me hizo una larga lista de tareas que podía yo hacer en materia de
desarrollo de habilidades informativas.
Me puso en aprietos, porque me dio una lista larga de sugerencias. Dante siempre tenia una idea, una sugerencia
sobre como mejorar el servicio para los usuarios de las bibliotecas UV.
Dante, a lo largo de los meses que conviví con él en la
ciudad de México, fue un persona reservada para el estándar común social,
aunque reía, siempre fue un tipo diferente, algunos nos distinguimos por el
ruido y por la fiesta, el en cambio Dante se distinguía por el estudio y la
dedicación a la lectura.
La ciudad de México, de 1973 era una ciudad ciertamente
diferente a la actual, el sistema colectivo del metro apenas se había inaugurado
en sus primeras rutas, la ciudad de México, se le criticaba por la
contaminación, por el tráfico, sin embargo, era todavía una urbe segura, no
tanto como las de provincia, pero no tenía la violencia de hoy, la seguridad aún
prevalecía en sus calles. México inició una
nueva época, una era nueva para el desarrollo informativo del país. En esos años se realizaron las primeras
acciones, para lo que sería el crecimiento bibliotecario del país.
En resumen, mis recuerdos de Dante son, posiblemente,
similares a los que ustedes tienen o deben de tener, si han convivido con él a
lo largo de su vida profesional. Dante
es un hombre dedicado, profesional, y respetuoso. Su presencia en esta universidad es
intangible, porque lo que dio, a través de los años, es transparente: un
servicio informativo y una larga gestión bibliotecaria, que no se miran
fácilmente con el tiempo, sin embargo su trabajo trasciende los umbrales de los
edificios donde ha trabajado, porque impactó a cada usuario que a lo largo de
décadas cruzaron la puerta de la otrora biblioteca central UV, para pedir un
servicio. Muchos de los profesionistas
formados en la Universidad Veracruzana tienen un componente de conocimientos,
donde Dante jugó un papel importante, callado, modesto, para que los servicios
fueran eficientes dentro de los límites de los recursos que recibía
institucionalmente. Dante cumpliste
cabalmente con esta institución. Tu
aportación es valorada. Ha sido un
placer conocerte como un caballero de las bibliotecas UV a lo largo de estas
tres décadas. Gracias por tu presencia
en esta Universidad.
Jesús Lau
Abril 6, 2006